lunes, 4 de mayo de 2009

He tenido un (réquiem por un) sueño

Ayer, siguiendo el consejo de una de las personas más fascinantes que he podido conocer últimamente, tomé un momento de mi tiempo y fui a desayunar a la terraza de casa de mi madre.

Para empezar, nunca desayuno, y de un tiempo a esta parte limito a una mis comidas diarias. También acostumbro a vivir en un cuarto cerrado sin luz natural. Desde niño quise saber cuáles eran mis límites: resistencia al dolor, a la fatiga física o mental, al hambre y a la sed, a la falta de sueño… quería saber dónde me permitía llegar mi cuerpo, y casi había olvidado el relax anímico que se obtenía al tomarse un momento por la mañana y comer alguna cosilla.

Así que ahí estaba yo, con un par de galletas de arroz en la mano, mascando distraído mientras reposaba mi peso en una de las tumbonas y me dedicaba a admirar un horizonte harto conocido pero aún así lleno de significados. Las casas del pueblo se apretujaban unas contra otras de manera casi aleatoria, conspirando con robar un poco más de terreno al barranco pedregoso y a los montes preñados de pinos que se extendían tras ellas, a penas surcados por una carretera o dos: una metáfora perfecta de la antinaturalidad de lo humano. Y como siempre, comencé a divagar sobre temas.

¿Qué sería, por ejemplo, de las gentes que vivían en las casas? Por lo que yo sabía, no lo llevaban bien: la nave de una empresa que estaba cerca del pueblo, que ofrecía trabajo a la mayoría de la población del mismo, estaba haciendo despidos y se rumoreaba que pronto cerraría. Los muros que contemplaba debían encerrar a gente preocupada, quizá incluso desesperanzada, que se afanaba en salir de un trance de la mejor manera posible. Pero allí seguían, de pie, en la brecha, levantándose cada mañana, comiendo. Sus niños continuaban su aprendizaje, memorizando su lección sin ser aún muy conscientes que de poco les serviría en la vida. Y así, la máquina seguía en marcha, con sus engranajes bien engrasados.

Pero, ¿por qué?

¿Por qué se levantaban? ¿Por qué comían? ¿Por qué aprendían? No había ninguna respuesta al hecho de que estuviesen allí, vivos y perceptivos, interactuando con una realidad para la que son menos que nada. Se deslomaban por ganar el dinero con el que pensaban que su vida mejoraría, pero eso sigue sin ser un motivo. Se movían de forma tan maquinal como mi mano acercando la galleta de arroz a mi boca. Ponían el mismo interés en desentrañar la finalidad de su vida que yo en mi desayuno.

Y sabía que yo era incluso peor que ellos. Sé perfectamente que, en mi desidia, hace tiempo que he tirado mi futuro por la borda, y aún eso es insuficiente. Miro atrás, reflexiono sobre quién he llegado a ser, y no encuentro un motivo sólido que justifique mis luchas, mi deseo de ser un hombre bueno. No encuentro nada que me impulse a seguir con lo que quiera que esté haciendo con mi destino en estos momentos: sigo levantándome, sigo con mis trabajos, sigo encargándome de la radio y los cineforums, sigo visitando a mi madre, pero lo hago por hacer. Y, tonto de mí, aún albergo esperanzas de conseguir pequeños goles, como un quehacer al que pueda dedicar mi vida o una persona significativa con quien compartirla. Hay quien diría que ya debería haber aprendido.

No hay una sola razón que justifique de forma inequívoca mis actos, o mi mero ser. Suelo decir que, a pesar de que la felicidad fuese un concepto imposible, su búsqueda ya daba sentido al hecho de la búsqueda misma, pero en ese momento me encontré sin palabras. No hay meta, ni objetivo, que sea tautológico. Si tengo la infinita soberbia de seguir hollando este mundo debe ser por algo muy parecido al motivo por el cual, aún sumido en mis neuras, sigo pegando bocados a la dichosa galleta de arroz.

Todo esto me ha servido únicamente para una cosa. Ahora sé mejor que nunca por qué no suelo tomarme un rato y desayunar.

9 comentarios:

Anónimo dijo...

Sí, definitivamente muchas veces es mejor no tener tiempo para pensar... Hay gente para la que las razones no son condición necesaria ni suficiente, y creen sin razones. Así la vida es más emocionante.

Skale dijo...

ni hablar! si uno no piensa, ¿quién carajo es?

Cristina dijo...

Tal vez no sea necesario que exista ninguna razón para hacer las cosas...

Los animales tienen algún motivo para existir? Las bacterias? Las plantas? Simplemente existen... es innato en todos ellos la supervivencia. Con qué motivo? La supervivencia misma. En sí es un motivo. En la vida está todo lo demás. Y a veces hay cosas muy buenas. Por lo menos, sin la vida, jamás sabríamos qué hay en ella. Sólo es una experiencia, llena de subexperiencas. No hay nada más.

Charls dijo...

No te estrujes los sesos intentando hallar una razón por la que vivir. Limítate a vivir.
Y al final los motivos llegarán por sí solos

F·4·I·LL·3·N: dijo...

con permiso. Me gustaría poder entrar ahi y rectificar esa ultima frase.

Es por esas cosas por las que si deberías tomarte un rato para desayunar.

A mi parecer todo tiene un sentido, aunque quizá un sentido abstracto o absurdo, pero un sentido. Es por este factor que solo se mos permite navegar por el genial mar de la aleatoriedad relativa.
Esta sensación segun la cual la vida nos hace creer que ninguna certeza absoluta es posible, y gracias a la cual no podemos sino seguir adelante, nos hallemos en el estado que nos hallemos.

no queda sino vivir y combatir.

Cristina dijo...

No es necesario darle tantas vueltas a las cosas, limitate a vivir.

Lanchoilla dijo...

¿Por qué seguimos mordiendo galletas de arroz aun cuando no encontramos sentido, o motivos para ello? Pues porque la naturaleza es sabia y cruel, en momentos de bajón simplemente ponemos el automático y nos quedamos a la espera de que llegue algo, algo interesante que nos haga disfrutar de la galleta, algún condimento que la haga increiblemente sabrosa. Y si no llega nada, como la tripa ruge igual, nos la comemos igualmente. ¡Vivimos por el dolor!

Por eso seguimos, esperamos algo mejor, después de todo Pandora nos echó la porquería justa para que pudiésemos guardar la esperanza.

Galena dijo...

Veamos, estoy saliendo un poco de mi letargo, últimamente solo me dedico a leer y no digo nada. Es hermoso pararse a escuchar y callar a veces. En realidad no tengo mucho que añadir, solo una pequeña vuelta de tuerca a tus reflexiones.

Solía pensar así, solía ponerme al límite de la propia existencia, puesto que una vida mediocre y una gran vida (en cualquier sentido de la palabra) acaban de la misma forma. ¿El sentido de la vida? el amor... no, eso no. Expresarse (artísticamente), destacar en algo... tampoco.Tener un BMW... eso no ayuda. Mi respuesta es la propia vida, cuando simplemente te limitas a vivir sin metas ni destinos, amando cada instante por ser único, todo cobra sentido. La inercia desaparece.

Y no me preguntes cómo, pero antes no era capaz de ver el cielo, las nubes o la expresión en los ojos de un amigo que se alegra por verte ¿Qué más da adónde me lleve todo eso, si el camino ya es la meta?

Bueno, espero no haber sonado a libro-autoayuda. Buen día ^^

PD: Desayunar mola xD

Alezeia dijo...

Bueno, bueno, bueno... He de decir que me ga gustado mucho este texto ¿Lo que más? tu manera de describir los entornos, yo ahí me pierdo constantemente y no sé qué demonios poner o cómo hacerlo, ya que haga lo que haga no me convence...
En lo que no estoy de acuerdo contigo es cuando dices que los niños estudian sin saber que eso no les servirá de nada... Creo que si sirven para que tú aprendas más sobre el mundo que te rodea, para conocer los más pequeños detalles. No me sé explicar bien.

En fin, querido Kant, me recuerdas a un filósofo que pensaban demasiado porque hacían poco, jajajajaja... Pásate por mi blog eh? te sigo leyendo