sábado, 2 de agosto de 2008

Oda a la embriaguez alcohólica

Cae la noche, las puertas se cierran. Las gentes pudientes y honradas se cobijan en sus hogares, rendidas al mullido abrazo del sofá mientras contemplan una pantalla de televisor que de seguro no está dando nada bueno. Quizá algunas de ellas ya estén en la cama, esponjoso llano donde suceden las mejores cosas de la vida. Pero en las calles aún resuenan ciertos pasos, aguzando el oído puede escucharse el deambular de una curiosa subraza de personas. Juerguistas, golfos, vividores, son llamados. Divinos dandis nocturnos. Señores del desenfreno. Se reúnen bajo la amorosa mirada de su patrona selenita para, despojados de las ataduras sociales, rescatar la antigua glosolalia entonada por los hombres en el albor de la civilización, y rimar el más antiguo de los rezos: “¡estamos aquí, aquí, vivos y agradecidos por ello!” Los conozco bien porque me cuento con orgullo entre sus filas, y porque en ellas he forjado los mejores lazos interpersonales.

Es fácil distinguirnos, solo hay que hacer una visita a cualquiera de nuestros santuarios. Ya sea en las mesas de un bar de postín, entre las luces de un decadente casino, como en la barra de un pub o los rincones de un jazz café, nos reunimos y conspiramos para hacer de la noche un recorrido catártico. Si se nos observa, se perciben a primera vista nuestras insignias: ropa cómoda pero sobria y elegante, distinguidos ademanes, férrea camaradería, prodigioso nivel de locuacidad. Aumentando el tiempo de seguimiento, nuestra capacidad para establecer interesantes charlas a altísimas horas de la noche, de cerrar todo tipo de locales, de intuir cuándo hacer un resopón de emergencia en cualquier kebab o bocatería no hacen más que obviar nuestra naturaleza. Y es que así somos, individuos capaces de pasar la noche entera dejándonos llevar por el ambiente y la música de los clubes nocturnos, hablando, riendo y disfrutando de la simple compañía de nuestros iguales. Pero si hay algo significativamente obvio que nos señala como lo que somos, si se quiere salir de dudas por la vía rápida acerca de nuestra identidad, solo hay que mirar nuestras manos: ahí estará la copa.

Oh, puede no ser una copa, claro. Un casco de cerveza, un recipiente de sangría, un chupito o vaquerito, un vaso de cubata, una botella de espumoso champán, un enorme recipiente de kalimotxo, un combinado de diseño, incluso un cartón de vinacho Don Simón o unos tragos de ardorosa absenta Hada Verde. Diferentes formas para la misma ambrosía, idéntico néctar que se derrama dulcemente por las gargantas de todos nosotros. De nuestro estómago a nuestra sangre, a nuestros cerebros, a nuestras lenguas, a nuestros ojos, a nuestros miembros. Ebrios, náufragos dichosos de su turbulento mar de sabores y calor, nos convertimos en monstruos del ingenio chispeante, nos alejamos un poco de la normalidad del mundo para envestirnos de una gala maravillosa, colmadas nuestras esencias de la excitante embriaguez que nos transmite el alcohol.

Beber es un noble juego de pericia y autocontrol. Participando, demostramos el conocimiento de nosotros mismos, de nuestra moderación, demarcamos los límites que nos son posibles y, arriesgando, intentamos expandirlos. Se necesita estar exquisitamente entrenado para llegar a la meta del amanecer con el reverso amable de la intoxicación etílica actuando en uno, evitando cruzar ese límite y amargando la noche de los compañeros y la propia. A veces se consigue, a veces no. Como los buenos juegos de azar, es peligroso, pero también es emocionante, y requiere su considerable carga de habilidad.

Si nos veis, saludadnos, pedid vuestra copa y uníos a la apuesta. No solo seréis bien recibidos, aseguro que no se os olvidará la experiencia. Y es que quien bebe con alguien de buen grado se le une por el vínculo fraterno con que bendice la luna a sus hijos borrachos. Jamás volverá a estar solo, aunque su cuerpo o su espíritu se extravíe en la más oscura de las noches: cuando sus labios se mojen con la sublime presencia del líquido de las visiones entre ellos, recordará con amoroso afecto el pacto que hizo con una copa como testigo. El premio sin duda merece el riesgo.

Como dijo un personaje atemporal del que seguro quien esto lea conoce alguna andanza: “brindemos, amigos, por el alcohol, causa y a la vez solución de todos nuestros problemas”.

Amén.

8 comentarios:

Bettie dijo...

Oh santa embriaguez!

Te imaginé con un traje y un sombrero a lo ganster y con tu copazo en la mano. :P

Un Saludo

Raf dijo...

No hay nada mejor que una buena compañia bañada en su justa medida por líquido espirtuoso.

PD: y ya si hay bundas no se puede pedir más XD

Dídac Gimeno dijo...

Mi querido hermano de pimple, como dandy nocturno (divino por aclamación y satánico por vocación) he vivido unas cuantas aventuras, hazañas increibles y noches de felicidad junto a ti, en parte gracias al alcohol.
Mirando atrás brevemente me vienen a la cabeza momentos como cuando batimos el record de velocidad en cubalitros del immortal (el bar más heavy de la ciudad) hasta menos de 10 segundos,con el natural asombro del camarero, la vez que hiciste un tumbabarcos en hidalgo, cuando pediamos absenta por tubos de cubata y no nos la quisieran servir o la gloriosa noche que prendimos fuego a la barra del jazz cafe (lo siento por los camareros porque los tiraron), y muchas más cosas que aquí no puedo contar pero que tu conoces muy bien.
Sin duda grandes noches para el recuerdo, que estoy orgulloso de haber pasado con un amigo tan grande como tú (y contigo Raf, que estuviste en más de una), y espero que muy pronto nos dejemos caer nuevamente en los brazos de nuestro amado y benefactor Baco que de tantas penas nos alivia, siempre -repito- al lado del que más que un compañero de borracheras es para mi un hermano.
Gracias por esos momentos tan especiales y un abrazo.

Anónimo dijo...

No puedo si no quitarme el sombrero ante esta estupenda entrada, que tan bien capta el espíritu de nuestras noches, al calor de la barra del mejor bar.
No hay nada como disfrutar de la compañía de los buenos amigos acomodados en los mejores sillones, buena música, poca luz y una copa en la mano, paladeando cada matiz que nos ofrece su sabor (aunque algunos siempre lo harán mejor que otros xD). Una buena conversación que se desarrolla durante horas, discusiones, risas, debates, paridas...

Somos auténticos catedráticos de la vida.

Yo no beberé tanto xD, pero una copa en vuestra compañía siempre sabe mejor.

Un abrazo amigo

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Interesante post muy bueno felicidades por su gran obra la verdad me dejo impactado gracias de verdad por regalarnos este placer de ver su trabajo.

International Online Pharmacy dijo...

Hola a todos yo una vez me embriague y prometo no volver a hacerlo es demasiado feo la verdad no me agrado nada.

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Gran post es muy bueno ya que este tema de la embriaguez es un tema de todos los dias y es mas comun de lo que nos imaginamos y es muy bueno saber sobre los grandes problemas del licor

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La verdad es que una parte de mi puede decir que el alcohol es malo y que te hace caer en vicio y todo lo que tu quieras, pero por otra al veces nos ayuda a relajarnos un poco... como todo, es bueno pero no en exceso...