jueves, 24 de julio de 2008

La importancia de llamarse…

Quizá alguna de las gentes que se ha pasado por aquí haya tenido la duda de por qué firmo los textos bajo el nom-de-plume de Cabeza de Hierro. Como todos los seudónimos que he usado para moverme por la anónima Internet, éste tiene su significado especial y concreto.

Mi nick es en referencia a uno de los personajes de La Casta de los Metabarones, fenomenal novela gráfica firmada por Alejandro Jodorowsky como guionista y Juan Giménez como ilustrador. Desde hace años que profeso una gran admiración hacia Jodorowsky como filósofo, humanista y psicomago, e intento seguir toda su obra en los múltiples campos que toca: literatura, comic, cine y teatro. Durante mucho tiempo ambicioné hacerme con este comic, surgido a partir de uno de los personajes de El Incal, también de Jodorowsky y con dibujos del gran Moebius, pero la edición en tomos que hizo Norma en su día era extremadamente difícil de encontrar: de hecho, solo la ví compilada en un único pack en una tienda especializada de Madrid, justo tras un Salón del Comic que me había dejado pelado de pasta. No fue hasta hace varios meses que me enteré de su reedición por la editorial Mondadori en tomo integral, compilando toda la saga, y raudo me lancé a comprarla y a disfrutar su lectura.

En sus páginas encontré a Cabeza de Hierro, uno de los metabarones, un tecnoguerrero invencible heredero de toda una saga de hombres de armas famosos por su destreza en la lucha. Su padre y anterior metabarón, Agnar, sufrió junto con su esposa Oda un percance durante una explosión en una de sus misiones, tiempo antes siquiera de que su vástago fuese engendrado. De esa difícil situación los salvó la madre de Agnar, Honorata, una monja-puta poseedora de poderes místicos. El metabarón logró recomponerse de sus heridas, pero no así su amada, cuyo cuerpo y alma habían sido severamente castigados. Apenada por el dolor de su hijo, Honorata decidió intentar un remedio, y le dijo que intentaría salvar a Oda, aunque el proceso era tan complicado que tras él necesitaría descansar varios años sin tener contacto con nadie en absoluto. Agnar accedió, y la magia de su madre surtió efecto, pudiéndose reunir presto con su esposa. Honorata se aisló como dijo que haría, saludando tan solo a su hijo desde una lejana ventana todas las noches antes de la cena, y en los años que pasaron Agnar fecundó a Oda, comenzando a gestarse quien sería su heredero.

Pero cuando el parto era ya inminente, Agnar, presa de añoranza maternal, hizo un horrible descubrimiento: quien le saludaba desde aquella ventana no era su madre, sino el cadáver de ella, animado cada noche a la misma hora gracias a un robot a su espalda. Esto le reveló que en el cuerpo de su amada no habitaba ya el alma de su querida Oda, sino el de la mismísima Honorata. Asqueado por el incesto que había cometido, fue raudo a ver a aquella con quien había compartido lecho, solo para comprobar que el fruto de sus amores contra natura ya había nacido. Enloquecido ante la semilla hecha carne de su propia culpa, Agnar le voló al bebé la cabeza con una de sus armas, y se fue del hogar para convertirse en un mercenario, vendiéndose al mejor postor.

Sin embargo, el cuerpo del bebé sobrevivió unido a una máquina de soporte vital, y su madre-abuela le fabricó una cabeza de metal para que adquiriese de nuevo su perdida autonomía. El niño creció y se entrenó en las artes de lucha metabarónicas, superando todas las pruebas que la tradición de la saga le exigía, salvo la última: derrotar y matar en batalla al anterior metabarón, su padre, para ganarse definitivamente el título. Acudió a la batalla acompañado de Oda-Honorata, que no se separó de su hijo durante toda la lid. Tras batallar largo y tendido, cuando Agnar parecía tener ya la victoria en su mano, Cabeza de Hierro toma a su madre-abuela y la usa de escudo frente a su padre, demostrándole al impotente metabarón que realmente seguía amando a aquel ser, tanto en calidad de madre como de esposa. Esto le concedió la victoria a su hijo, que asesinó a ambos progenitores durante su último abrazo y se convirtió por fin en metabarón.

Careciendo de cabeza humana, y por tanto de cualquier sentimiento y moral, Cabeza de Hierro devino un mercenario más brutal aún que su padre, matando a cualquier ser cuyo asesinato le reportase dinero. Su vida, sin embargo, se cruzó con la de doña Vicenta Gabriela de Rokha, hija del gobernante de un pequeño país muy atrasado tecnológicamente. Ambicionó a esa mujer, pero ella rechazó sus propuestas, principalmente por el hecho de que él fue el asesino de su padre. Desesperado y rabioso por no conseguir por primera vez lo que deseaba, Cabeza de Hierro decidió hacer lo impensable: buscar al último poeta que quedaba en el universo, Zaran Krleza, el único ser que podía iniciarle en los misterios del amor y así conquistar de manera definitiva el corazón de la mujer. Cuando lo encontró, de Krleza sólo quedaba la cabeza, y viéndose ambos como dos seres incompletos que juntos podían formar una unidad perfecta y armoniosa, Cabeza de Hierro se quitó el artilugio que le daba nombre para colocarse la cabeza del poeta, creando así un nuevo ser de la nada: Melmoth, tan poderoso en la batalla como elocuente hablando del amor y sensible como el más divino de los rimadores. Sin duda el más grande de los metabarones que desfilan por la saga, cuyo rostro es el que me representa en el perfil del blog.

Las vicisitudes de Melmoth, y también de Cabeza de Hierro (mala hierba nunca muere), continúan por supuesto mucho mas allá de este punto, afectando a los destinos de doña Vicenta, su hija la andrógina Aghora e incluso su nieto, Sin Nombre. Sin embargo, no lo narraré aquí, para no spoilear (aún más) la trama de un comic que recomiendo encarecidamente, y también porque ahí concluye la parte de la historia que me interesa para justificar, en forma de fábula, mi adopción de ese nombre en el blog.

Y es que, leyendo la evolución del personaje, me sentí reflejado de forma tan exacta como nunca antes había sentido. Allí estaba todo, el engaño de los padres entre ellos, la ira parricida del hijo, su vacío emocional… Cabeza de Hierro me hacía guiños constantemente, incluso cuando se transfiguró en Melmoth, haciéndome ver que también hay esperanza para un ser como yo. Él quería a doña Vicenta, y para ello tuvo que iniciarse en el amor: yo también ambiciono eso, pero voy más allá. Quiero aprender de todos los campos que importan, avanzar en mi propio camino, conocer cuál siguen las almas cercanas a mí. Ser sabio, un erudito; una persona digna del propio título de persona. Sin embargo, a diferencia de él, no puedo permitirme el lujo de escindir mi cabeza y sustituirla por otra nueva y mejor. La necesito para vivir, menudo estropicio que haría si me rebanase el cuello. Por eso precisamente cogí su nombre: porque aunque no puedo dar mi cabeza física, sí puedo dar su interior, sus flores y cardos virtuales, y llenar el hueco con las impresiones de los lectores sobre ellas, aprender, iniciarme en un mundo nuevo de conceptos externos. De hecho, así le gano por la manga al mismísimo Melmoth, puesto que una metamorfosis similar se da en quien se desprende de sus impresiones para meditar mis entradas. Me gusta pensar que no soy el único que está haciendo algo con esta página, que cualquiera que entre aquí pueda coger lo poco bueno que he ofertado ofrecerle, y a cambio me deje las mieles que estime justas y necesarias. Establecer, como diría el arriba citado Jodorowsky, padre de la criatura, un diálogo paritario entre corazones, de misterio a misterio, superando el mero texto.

Seas quien seas, si lees esto ya lo sabes: me gustaría andar junto a ti el camino hacia un mañana mejor.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

"La necesito para vivir, menudo estropicio que haría si me rebanase el cuello." <- xDDDD Qué grande xDD
Pero hablando ya de la entrada solo puedo decir que, como siempre, a parte de estar genialmente redactada tiene unos simbolismos que me encantan (el del nombre sin ir más lejos), y la reflexión que hay a partir de esa frase tambien es genial; y supongo que ya lo sabes, pero al menos yo estoy abierto a todo lo que tengas para ofrecer, y lo recibiré encantado (gif de Arnold)

Anónimo dijo...

Enhorabuena por la elecciónn del título, todos los homenajes a Wilde son pocos...
Aunque ya me has hablado de este cómic varias veces, ahora me pica mucho la curiosidad, y espero que me lo dejes algún día.
Por cierto, espero con ansia la entrada del pimple... un abrazo!!!

Anónimo dijo...

Me quito el sombrero...
La verdad es que nunca he tenido aficion por los comics (hay que tener en cuenta que no pase de los de "mortadelo y filemon" y de los de "zipi zape", pero con tus entradas y viendo que tras unos dibujos pueden esconderse tramas inteligentes, con fondo y misterio.... creo que voy a empezar a conocer ese mundo para mi desconocido de los comics.
Gracias Erny por quitarme la idea absurda que tenia de ellos!!!!
Espero que me dejes este, que ahora me ha picado la curiosidad... jjajajjaja!!!!!
Besitos
Cris